Contra la ficción

<p class=»ue-c-article__paragraph»>Ahora que<strong> la narrativa ha dejado de ser una práctica exclusiva de la especie humana</strong>, especulo con un futuro cercano en el que las historias hechas «a mano» sean una curiosidad propia de feria de artesanía. Si tiramos la toalla, al menos quizás sea el momento de abandonar ese discurso ensoñador y cándido sobre el poder de las historias.</p>

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 El documental Conspiracy es la disección definitiva del pensamiento conspiranoico, ese juguete contracultural heredado del siglo XX que tiene una capacidad de influencia en la vida política sin precedente histórico  

Ahora que la narrativa ha dejado de ser una práctica exclusiva de la especie humana, especulo con un futuro cercano en el que las historias hechas «a mano» sean una curiosidad propia de feria de artesanía. Si tiramos la toalla, al menos quizás sea el momento de abandonar ese discurso ensoñador y cándido sobre el poder de las historias.

Cada cuento que compartimos es un universo de bolsillo donde está prohibida la correlación. Las coincidencias son pecado, se permite una como mucho, y siempre en el primer capítulo. Pero a partir de ahí todo relato se convierte inevitablemente en un enrejado de causas y efectos tan elemental, tan intuitivo, que lo hemos acabado confundiendo con la estructura de nuestra propia existencia. Creemos que cada cambio de ánimo, cada fobia, cada brote de desamor esconde un secreto (que las películas revelan en forma de flashback). Hasta los que no han leído un manual de guion en su vida intuyen que, antes de irse de este mundo, se presentará la oportunidad de cerrar las tramas pendientes. Como en los biopics, al final del camino un clímax epifánico confirmará que nuestros éxitos eran merecidos y los fracasos eran necesarios para hacernos crecer. Porque, aunque la frase nos avergüence a algunos, todos la susurramos en soledad, «todo pasa por algo». Como en las novelas de misterio. O como en las teorías de la conspiración. Que son la adaptación para el público de multisalas de este mismo placer existencial de creernos ficción.

Cuando la congresista estadounidense Marjorie Taylor Greene postea «el Mal ha sido derrotado por la mano de Dios» horas después de la muerte del papa Francisco, o cuando acusa a los judíos de usar un rayo láser espacial para provocar incendios, está aplicando normas de taller literario: 1) Un antagonista no puede morir por causas naturales. 2) En un relato de catástrofes, la presencia de un villano es más urgente que la credibilidad del conjunto.

Natalie Wynn no debería ser un secreto para nadie. Su último ensayo, Conspiracy, es un vídeo de factura y guion exquisitos de dos horas y 40 minutos publicado en Contrapoints, su canal de YouTube, tras un año de desarrollo, y en un mes ha alcanzado más de tres millones de visitas. Es una pieza de alta comedia, pero también la disección definitiva del pensamiento conspiranoico, ese juguete contracultural heredado del siglo XX que a día de hoy tiene una presencia mediática y una capacidad de influencia en la vida política sin precedente histórico, como si fuese el fantasma de la pandemia anterior.

Tratándose de un tema tan grave, ¿le benefician a Wynn los chistes y el virtuosismo formal, más propios de un discurso propagandístico? La conclusión del ensayo es lo opuesto a un clímax narrativo. Después de describir un problema desde todos los puntos de vista, Conspiracy afirma que, hoy por hoy, no hay solución a la vista. Todo pasa, y punto.

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