Duki: «Todos caímos en querer hacer un hit que se baile en TikTok. Ahora hay que hacer música que haga historia»

<p class=»ue-c-article__paragraph»>Esta es una historia que debe empezar por su final y que, sin embargo, antes siquiera de esperarlo volverá a su inicio. Por la puerta aparece un chaval morocho con pantalón corto, con una guayabera beige, con la cara y los brazos moteados de tatuajes y con uno en el centro de la tráquea en el que se lee <i>Los mismísimos</i>. Y en esa leyenda de tinta, ubicada en la vía capital de la respiración, está el principio y fin de <strong>Duki</strong> (Buenos Aires, 1996), estrella indiscutible del universo urbano latino que ahora se encuentra en pleno proceso de indagación en sus raíces.</p>

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 El argentino vuelve a sus orígenes de trapero con una mixtape que tiene preparada y que puede salir en cualquier momento pese a no tener fecha fijada  

Esta es una historia que debe empezar por su final y que, sin embargo, antes siquiera de esperarlo volverá a su inicio. Por la puerta aparece un chaval morocho con pantalón corto, con una guayabera beige, con la cara y los brazos moteados de tatuajes y con uno en el centro de la tráquea en el que se lee Los mismísimos. Y en esa leyenda de tinta, ubicada en la vía capital de la respiración, está el principio y fin de Duki (Buenos Aires, 1996), estrella indiscutible del universo urbano latino que ahora se encuentra en pleno proceso de indagación en sus raíces.

«A mí me costó mucho acomodar las riendas de mi carrera y ser profesional, tener una buena base. Hoy que la tengo, solo quiero volver a divertirme». Y esto lo dice la estrella con más de 17 millones de oyentes mensuales en Spotify; la que tiene por delante una gira europea con paradas en Madrid –tres fechas en el Movistar Arena–, Barcelona, Munich, Sevilla o Milán, y la que este año ha hecho 11 sold outs en Estados Unidos, ha llenado ocho Movistar Arena de Buenos Aires y que, en la última fecha en su ciudad natal, dejó un reguero de fans caídos ante la intensidad de su música. Pero, sobre todo, lo dice Mauro Lombardo, el chavalillo del barrio bonaerense de Almagro que encontró en el freestyle y en el trap una salida para una vida que iba cuesta arriba para precipitarse al vacío en el final.

Esas dos personalidades aún habitan en el interior de Duki, que hoy cumple 29 años en plena búsqueda de lo que un día le permitió edificar su carrera. El argentino tiene una serie de nuevos temas, ensamblados en la mixtape 5202, para los que no hay una fecha de salida al mercado. Pero que podría estar publicándose en el momento mismo en el que está leyendo esto. Literalmente en cualquier momento. «Eso es lo más divertido, la sorpresa», apunta su creador, sonriendo con picardía. Lo que sí está claro es que esas canciones son el regreso al Duki original. Al que reclaman de vuelta las calles de Buenos Aires. Al que en 2017, junto a Neo Pistea e YSY A, formó Modo Diablo. Al del trap salvajemente genuino. Al que hizo que Argentina renunciara al rock como género predominante y empezara a exportar a paladas artistas urbanos. De Bizarrap a María Becerra, pasando por Nicki Nicole, Emilia, Trueno, Tiago PZK o Milo J.

Entrevista exclusiva: DukiReda B. Slafti

«No sé si volver a mis inicios fue algo que me planteé o solo era lo que quería. Me nació después de hacer los estadios. Estoy llegando a los 30 años, tengo siete de carrera y de tanto pensar que es lo que tenía que venir me terminé encontrando», asegura Duki en una entrevista exclusiva con EL MUNDO en mitad de su gira. Y sigue: «Arranqué el año con ganas de laburar, de estar de gira, de meterme en el estudio. Me divertía con mis amigos sin la presión de que mis canciones tuvieran que salir y me volví a conectar con la energía de 2018. Pero más maduro, más profesional y con más herramientas».

¿Cuál es la diferencia entre el Duki de 2018 y el de 2025?
Hoy me quiero mucho más, me tengo más aprecio y me cuido. Tengo mucho más amor por mí mismo, más respeto. Ahí estaba empezando, tenía muchas cosas que demostrar a los demás y a mí mismo. Era difícil controlar las presiones, mi ego. Hoy ya he aceptado quién soy, me pasaron un montón de cosas que me hacen reconocer que por algo me pasó lo que me pasó.
Ese Duki de 2018 se sentía como el vómito de un chico que necesitaba sacar todo lo que tenía dentro. ¿Ese vómito te ha vuelto a surgir para volver ahí?
Reliteral que eso era lo que me definía. Ahora todo lo que quiero sacar es algo más arraigado a la expresión artística. Siento que todos hemos explotado muchísimo la música estos años y que empezó a ser un medio para llamar la atención. Todos caímos en el inconsciente colectivo de querer hacer un hit, un temón que toda la gente baile en TikTok. Y quien te diga que no, también cayó. Todos fuimos por ahí y ahora es el momento de darle identidad a la música, de que te escuche menos cantidad de gente. Ahora hay que volver a hacer cultura, volver a las raíces, salir de la música comercial y, entre comillas, hacer música que haga historia o genere cosas grandes.

Eso es el trap puro, sin cortar, para Duki. El mismo que se puede ver en Golfista, la última canción que hizo pública en uno de sus conciertos de mayo en Buenos Aires, como parte de su vuelta a las esencias. «Yo nunca tuve miedo a perder mi identidad, pero sí perdí el norte sobre lo que quería para mi carrera», afirma sobre los siete años que ha vivido de escalada profesional. «Muchas veces lo mejor no es directamente proporcional al éxito, a cuántos estadios vas a llenar o cuánta gente va a escuchar tus canciones. Es hermoso llegar ahí, es increíble ser mainstream, pero me puse a mí mismo una presión que me hizo no ser yo. Es increíble que alguien en cualquier lugar del mundo esté escuchando algo que yo hice. Pero de repente empiezas a pensar en el próximo tema, en el marketing, en la promo…».

¿La música quedó a un lado?
Exactamente, todos están más preocupados por cómo mostrar o generar interés que por lo que va a generar la canción. Vos le generas tanta ansiedad a la gente que cuando llega la canción, la escuchan en tres minutos y se olvidaron de ella. Y todo ese daño lo hicimos nosotros, eso fue culpa nuestra. Todos nos pusimos a buscar cosas fuera de la música, a especular con cuán grande iba a ser todo. Hay que entender que si la canción es buena, la gente la va a escuchar igual. Ya está, eso es lo que importa.
Fuiste el primer trapero en llenar el Monumental de Buenos Aires, en hacer ocho Movistar Arena allí, en llenar el Bernabéu. ¿Cómo ha gestionado ese crecimiento?
Para mí es clave que mis papás y mis hermanos son mi equipo de trabajo, siempre tuve gente que me conoció desde chico y me puso los pies en la tierra. Luego empezás a generar un criterio, a entender que hay un momento de bajarte de ser Duki y empezás a cuidar tus espacios privados.
¿Cómo se baja uno de ser Duki?
Haciendo deporte, ahí me limpio. Me metí a jugar en una liga de básquet y yo ahí soy Mauro, no Duki. Además soy el peor del equipo y eso es increíble. Todos me tratan como Mauro y si entro y juego mal me sacan, me cagan a puteadas. Es increíble encontrar esos lugares en los que puedo dosificar las dosis de Duki y seguir siendo humano. He entendido que más allá de lo que pase con Duki, soy Mauro y tengo un montón de vida y de cosas por hacer.
¿Mauro dudaba de que su vida tuviera cosas por hacer?
Ni me imaginaba que yo iba a tener esta vida. Para mí encontrar el rap fue increíble, nunca me había sentido así. Con 17 años estaba perdido en la vida, perdido de verdad. Nada me motivaba, no me gustaba salir, ni el fútbol, ni los autos. Mis amigos me parecían unos pelotudos y no conectaba con nada en el mundo. Estaba muy deprimido y la música fue un portal de magia con el que sentí por primera vez que había algo que yo podía hacer el resto de mi vida sin cansarme.
¿Duki se ha comido en algún momento a Mauro en ese proceso?
No te das cuenta cuando la gente te empieza a ver como Duki, se genera una imagen y a uno se lo va comiendo esa imagen, sí. Yo soy un pibe muy normal, no tengo ningún poder así que necesité crearme un personaje que tenga esa mística cuando me subo al escenario y agarro el micrófono. Así todas esas inseguridades que tengo, todo ese miedo, los tiro a la mierda y no existen. Cuando me subo ahí no me importa cómo ven a Mauro, soy Duki y a la mierda el mundo. Ha sido mi escudo, mi disfraz de Supermán, lo que me permitió pararme delante de la gente y no pensar en que me ven como un pelotudo.
En tus conciertos, sobre todo en Buenos Aires, hay muchos niños.
Para mí eso fue clave para madurar. Hubo un momento que yo estaba muy mal con todos mis problemas. No abusen de las drogas, muchachos. Pero hubo un momento que entré a Instagram y pibes de 10 u 11 años me decían que me veían mal, triste. Ahí hubo un cambio porque más allá de mi vida y mis elecciones personales hay un montón de personas ahí afuera que me están mirando, para las que soy un ejemplo y tengo que tener cuidado con lo que muestro. Por eso me empecé a poner filtros. Es algo increíble, ver a criaturas de 10 años dándose con la cara en primera fila contra la valla o subiendo al escenario por mí.
¿Qué te hace sentir mirar al Duki de 2018 al que quiere volver ahora?
Me parece increíble que tenía mucha hambre y el valor para seguir yendo en contra del tsunami. Extraño mucho esa seguridad. Estuve tanto tiempo esperando una señal del destino que me dijera que yo lo estaba haciendo bien y tenía razón que cuando llegó no me importaba nada. Ese coraje y esa montaña de fe inamovible es aún lo que más admiro de ese Duki.
¿La inseguridad crece con los años sobre el escenario?
No sé si me he vuelto más inseguro, pero las tengo más a la vista, resuenan más. Antes las tapaba, tenía mis combates, mis duelos y ahora las entiendo más. Pero siento que eso tiene que ver con estar llegando a los 30 años y me planteo si soy joven o grande, si todo lo que hice hasta ahora está bien o qué voy a hacer ahora. No sé si estoy más inseguro, pero sí más humano.
A ti se te sitúa como el líder de este movimiento de artistas urbanos argentinos: Bizarrap, María Becerra, Emilia, Tiago PZK… ¿Te sientes el líder de ese grupo?
A mí de chiquito me gustaba mucho Dragon Ball Z y Goku no estaba solo. Estaban Gohan, Trunks… todos los personajes agregaban su granito. Lo que más necesita la cultura es diversidad y en Argentina aparecimos artistas que cada uno cumplía lo que necesitaba la audiencia. Estoy yo, está la Mari, la Nicki, el Biza, el Milo… y cada uno respondemos a una audiencia. Todos empezamos a cubrir pequeños espacios e hicimos como una red gigante.
¿Pero te sientes el precursor de ese grupo?
Yo tuve la posibilidad de que todos me apoyen y estén a mi lado, sin ellos no me pasarían las cosas que me han pasado. Para mí somos como todos los Power Rangers juntos. Yo en 2015 o 2016 miraba a España y ya estaban llenos de artistas como la Bad Gyal, la Rosalía o el Tangana, que empezaban a dar vueltas. Nosotros los mirábamos y nos parecía una locura. En el vídeo de Saturno de Dano estaban juntos Rosalía, Yung Beef, H Roto… Queríamos llegar a eso algún día.
Parece que habéis llegado sobrados.
Para mí el grupo es la clave, la base, y te permite crear puentes, tener la capacidad de que te escuche gente que no te habría escuchado o crear un punto medio entre dos artistas que hace más digerible la canción para muchísima gente.
Ese crecimiento viene de la mano de una mirada más de negocio, no solo musical. ¿Cómo te encuentras moviéndote en ese terreno?
Yo sé que esto es un negocio, que creé una rueda gigante que no va a parar de girar y que de mí depende el trabajo de mi familia y de otras 100 más. No puedo frenar esa rueda, no puedo retirarme porque todo se va a la reverenda mierda. Hasta el día que me muera ya me tengo que hacer cargo de mis másters, de mis canciones, de lo que está detrás… Además es lindo que, con las herramientas de hoy, uno ya no tiene necesidad de firmar o aliarse con alguien. Uno puede agarrar, hacer su música y sus videoclips, elegir a quién se lo vende o cómo lo distribuye y tomar decisiones de su propio negocio. Yo hoy crecería independiente, no agarraría adelantos de una disquera y aprovecharía esa opción. Antes era mucho más irresponsable porque no sabía que dependían de mí, en lo laboral. No era un buen líder ni un buen buen jefe. Ahora sé que hay un montón de gente que está trabajando conmigo, que este año tenemos 60 fechas y la mayoría son padres, con familia. Así entiendes que tienes que hacer las cosas bien, no solo por el futuro de mi carrera sino por el futuro de todo el equipo que está detrás de mí.
¿Que quiere ser Duki a partir de ahora?
Quiero volver a disfrutar porque hubo un momento en que me puse a planear demasiado las cosas. Era el momento de ver cómo hacía para tener una base sólida, para que mi carrera creciera, pero eso ya pasó y me voy a dar el gusto de disfrutar. Te juro que no tengo nada planeado, no sé qué voy a hacer el año que viene. Estoy viviendo el momento tocando mucho, he vuelto a disfrutar del directo sin presión.

Y, de nuevo, el inicio. O el final.

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