<p>El estreno de la nueva y esperada película de <strong>Superman</strong>, dirigida por <strong>James Gunn</strong>, ha causado una considerable expectación entre los aficionados al personaje. Propulsado por un mastodóntico esfuerzo promocional, el filme debe suponer un nuevo comienzo para la franquicia y el resto de propiedades de la editorial (y productora cinematográfica) DC, perteneciente al conglomerado Warner, que <strong>ha encallado una y otra vez a la hora de competir con su histórico rival</strong>, Marvel Studios. Aprovechando que éste se encuentra en horas bajas (a la espera del estreno este mismo mes de <i><strong>Los 4 Fantásticos</strong></i>, que espera revitalizar el maltrecho universo cinematográfico de Marvel), los ejecutivos de Warner han apostado por un cambio de dirección, con Gunn como máximo responsable, remedando la estrategia de Marvel y su todopoderoso arquitecto <strong>Kevin Feige</strong>. El director, que viene de conseguir un éxito considerable en Marvel con su ciclo de películas de los Guardianes de la Galaxia, se presenta como una alternativa dicharachera al sombrío y grave universo de <strong>Zack Snyder</strong>, el responsable de la anterior encarnación de Superman aparecida en la wagneriana <i>Man of Steel</i>, cuya saga continuó en <i>Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia </i>y <i>La Liga de la Justicia</i>. Pese a poseer un combativo núcleo duro de fans, la oscura visión de Snyder ha sido desplazada por la más luminosa de Gunn, dotado de amplios poderes (y una chequera bastante abultada) para planificar el nuevo rumbo de los superhéroes de DC. Está por ver si la jugada saldrá bien para los ansiosos mandatarios de Warner.</p>
La nueva película del Hombre de Acero recupera el viejo espíritu cómico de los tebeos de los años 50, después de varias encarnaciones lúgubres
El estreno de la nueva y esperada película de Superman, dirigida por James Gunn, ha causado una considerable expectación entre los aficionados al personaje. Propulsado por un mastodóntico esfuerzo promocional, el filme debe suponer un nuevo comienzo para la franquicia y el resto de propiedades de la editorial (y productora cinematográfica) DC, perteneciente al conglomerado Warner, que ha encallado una y otra vez a la hora de competir con su histórico rival, Marvel Studios. Aprovechando que éste se encuentra en horas bajas (a la espera del estreno este mismo mes de Los 4 Fantásticos, que espera revitalizar el maltrecho universo cinematográfico de Marvel), los ejecutivos de Warner han apostado por un cambio de dirección, con Gunn como máximo responsable, remedando la estrategia de Marvel y su todopoderoso arquitecto Kevin Feige. El director, que viene de conseguir un éxito considerable en Marvel con su ciclo de películas de los Guardianes de la Galaxia, se presenta como una alternativa dicharachera al sombrío y grave universo de Zack Snyder, el responsable de la anterior encarnación de Superman aparecida en la wagneriana Man of Steel, cuya saga continuó en Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia y La Liga de la Justicia. Pese a poseer un combativo núcleo duro de fans, la oscura visión de Snyder ha sido desplazada por la más luminosa de Gunn, dotado de amplios poderes (y una chequera bastante abultada) para planificar el nuevo rumbo de los superhéroes de DC. Está por ver si la jugada saldrá bien para los ansiosos mandatarios de Warner.
Gunn ha insistido en que su versión estará más próxima al Superman que conocemos de los cómics, y el modelo que se ha citado insistentemente es All-Star Superman, una serie de tebeos de Grant Morrison y Frank Quitely publicada entre los años 2005 y 2008, que ofrecía una refrescante versión del Hombre de Acero inspirada por el Superman del pasado. Un pasado en el que Superman tenía poderes cercanos a los de un dios y lo mismo luchaba contra un mono gigante que lanzaba rayos de kryptonita por sus ojos que tenía que comerse 60 hamburguesas en un minuto para evitar morir desfallecido. Las historias de Superman de los años 50 son un semillero de ideas chifladas y repletas de humor (lo que encaja como un guante en el imaginario de Gunn), dirigidas al público infantil de la época que devoraba los tebeos del personaje con avidez y que vistas (y leídas) ahora, conservan el encanto y la maravilla de un momento de la historia del cómic norteamericano donde los tebeos todavía tenían mucho camino por recorrer. Ese espíritu desprejuiciado es el que parece que Gunn ha incorporado a su película, donde aparecen, por ejemplo, Krypto, el perro mascota de Superman (que cuenta con sus mismos poderes), un monstruo gigante émulo de Godzilla o los Súper Robots encargados de vigilar la Fortaleza de la Soledad, el refugio ártico de Superman, personajes y escenarios que proceden de aquellos viejos tebeos.
La editorial Panini, que adquirió recientemente los derechos de los cómics de DC para su publicación en España, lanzó a mediados de mayo un tomo recopilatorio de estas antiguas historias titulado, descriptivamente, Superman en los 50. Una buena oportunidad para descubrir estos tebeos que, pese a su aparente libertad creativa, estaban comandados con mano de hierro por el inflexible editor neoyorquino Mort Weisinger.
Weisinger tenía una visión unívoca del mundo de Superman y en muchas ocasiones él mismo facilitó argumentos a sus guionistas para que estos los desarrollaran. Su proyecto estaba vehiculado por dos ideas principales: la primera era que los artistas que trabajasen con Superman tenían que tener claro que sus lectores eran niños de ocho a 12 años. Este ciclo permitía también reeditar viejas historias aproximadamente cada lustro, para dar la bienvenida así a los nuevos lectores (y ahorrarse algunos dólares al mes). La segunda idea era que los tebeos de Superman nunca podían ser aburridos. Con este fin, Weisinger trabajaba con un concepto que cada cierto tiempo aparecía en los cómics del Hombre de Acero, las llamadas «historias imaginarias», en las que los escritores de Superman podían desarrollar todo tipo de escenarios para el personaje. Puesto que esas historias no eran «reales» y no afectaban al curso de la serie, en estas páginas Superman se casaba, tenía hijos, envejecía y hasta moriría, solo para reaparecer tan campante el mes siguiente.
Temido y respetado a partes iguales, de carácter áspero e intransigente, el editor impuso a los artistas de la casa su monolítica visión sin que hubiera derecho a réplica. Fue durante su andadura al frente de los cómics de Superman cuando se desarrolló buena parte de la mitología del personaje: su pasado como Superboy en Smallville, la temible kryptonita de colores que causa diferentes (e hilarantes) efectos, la aparición de su adorable prima Supergirl, la sugerente ciudad embotellada de Kandor (donde supervivientes de la explosión de Krypton, el planeta natal del héroe, viven reducidos de tamaño), la llegada de enemigos temibles como el científico alienígena Brainiac o adorables como Bizarro (una versión defectuosa del propio Superman).
Para hacerse una idea de lo que se puede encontrar en estos tebeos, escritos y dibujados por leyendas de la industria como Otto Binder, Wayne Boring o Curt Swan (el dibujante por antonomasia del personaje), dejaremos un par de muestras: en uno de ellos, Superman logra curar a una niña ciega haciéndole una intervención de urgencia tras memorizar los manuales de cirugía oftalmológica en un santiamén- En otro, el Hombre de Acero se encarga de convertir en pulpa de papel un bosque entero con sus propias manos para imprimir una tirada extra del Daily Planet, el periódico donde trabaja su álter ego Clark Kent. Pronto veremos cuánto de este Superman aparece finalmente en el filme de Gunn.
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