¿Quién es el dios de los terremotos en el “Popol Wuj” y qué se dice de él?
En Mesoamérica, la historia del “Popol Wuj”, el libro sagrado de los mayas, marca el encuentro ancestral de la región con los temblores y terremotos.

Una imagen ilustrada de los hermanos Sipakna y Kabraqan, interpretada por el artista guatemalteco Maugdo Vásquez para un especial del «Popol Wuj» publicado en «Revista D». (Ilustración Prensa Libre: Maugdo Vásquez)
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El manuscrito del Popol Wuj, elaborado por Francisco Ximénez, se encuentra resguardado en la biblioteca estadounidense Newberry desde 1912. Aunque no se sabe dónde quedó el primer ejemplar del considerado libro sagrado, escrito por sus autores k’iche’, alrededor de 1554, su traducción más antigua sobrevive en una de las colecciones de dicha biblioteca, ubicada en Chicago, Estados Unidos, desde hace 109 años.
La copia es un manuscrito elaborado por el sacerdote Francisco Ximénez, quien, entre 1700 y 1715, transcribió los relatos del k’iche’ a símbolos latinos.
Algunos investigadores han propuesto que Ximénez se basó en una versión previa escrita por un hablante k’iche’. Incluso se ha dicho que Francisco devolvió el libro original a las autoridades cívico-religiosas de Chichicastenango.
Durante el último siglo, curadores, bibliotecarios y conservadores de la biblioteca han trabajado para preservar el antiguo documento. Se ha filmado, escaneado y restaurado el papel y la tinta del texto, cita una investigación publicada en Revista D.
¿De qué trata el Popol Wuj?
De acuerdo con el fallecido lingüista, abogado y poeta maya k’iche’ Enrique Sam Colop —quien investigó el Popol Wuj durante gran parte de su carrera—, este libro registra la mitología y la historia del pueblo k’iche’ hasta la conquista española en el siglo XVI.
En Guatemala, el Museo Popol Vuh conserva una copia facsimilar del manuscrito de Ximénez, donada en 2017 por la biblioteca Newberry. El Popol Wuj se divide en tres partes. En la primera se describe la creación del mundo y el origen de los seres humanos; en la segunda se desarrollan las aventuras de los gemelos Junajpu e Xbalamké. La tercera parte trata sobre los pueblos originarios, las guerras y la coexistencia de los k’iche’ hasta la conquista.
Entre los personajes aparecen Sipakna y Kabraqan; este último significa “temblor”, lo cual coincide con sus características de destructor de montañas y volcanes. Ambos son hijos de Wuqub’ Kak’ix.
Sipakna decía ser quien hizo la tierra. Kabraqan afirmaba ser quien sacudía el cielo y conmovía la tierra. El periodista, gestor cultural e investigador Ángel Elías explica que Kabraqan es el ser que mueve las montañas y que, gracias a sus poderes, se le asocia con la tierra y su movimiento telúrico.
“Este ser, al contrario de su hermano Zipacná, quien crea los cerros, él los destruye o los mueve”, explica Elías.
El investigador recuerda que en uno de de los parlamentos dentro del Popol Wuj se menciona: “Y yo soy —dijo Kabraqan— el que mueve la tierra; derribaré toda la tierra”. Para Elías, en este pasaje se refleja el “tono de amenaza, por lo que se le atribuye la destrucción a través de los terremotos o temblores”, comenta.
Las habilidades de Kabraqan “incluían mover cerros y hacer temblar la tierra con los golpes de sus pies”, comenta Elías. “Kabraqan, meneando los montes, apenas los meneaba un poco; daba golpes con los pies en la tierra, y luego se desgajaban los pequeños y grandes montes.”
Elías recuerda que los hermanos y héroes del Popol Wuj, Junajpú e Xbalamké, decidieron vencer a Kabraqan dándole de comer un pájaro que lo debilitó. “Estos héroes entonces lo enterraron, dejando al espíritu de Kabraqan bajo la tierra. La tradición oral cuenta que, cuando Kabraqan se mueve, la tierra tiembla, pues solo fue atado de pies y manos, pero nunca murió; su espíritu habita en los temblores”, explica el investigador.

El dibujo que aparece arriba, de Guillermo Grajeda Mena, describe al personaje hincado, con la pierna izquierda flexionada. Viste turbante, lleva aretes que simulan glifos, pulseras en las muñecas y se cubre con un tapado. Tiene la mirada baja, el semblante serio, bigote y barba rala.
En Mesoamérica, la historia del «Popol Wuj», el libro sagrado de los mayas, marca el encuentro ancestral de la región con los temblores y terremotos.
¿Quién es el dios de los terremotos en el “Popol Wuj” y qué se dice de él?
En Mesoamérica, la historia del «Popol Wuj», el libro sagrado de los mayas, marca el encuentro ancestral de la región con los temblores y terremotos.

Una imagen ilustrada de los hermanos Sipakna y Kabraqan, interpretada por el artista guatemalteco Maugdo Vásquez para un especial del «Popol Wuj» publicado en «Revista D». (Ilustración Prensa Libre: Maugdo Vásquez)
El manuscrito del Popol Wuj, elaborado por Francisco Ximénez, se encuentra resguardado en la biblioteca estadounidense Newberry desde 1912. Aunque no se sabe dónde quedó el primer ejemplar del considerado libro sagrado, escrito por sus autores k’iche’, alrededor de 1554, su traducción más antigua sobrevive en una de las colecciones de dicha biblioteca, ubicada en Chicago, Estados Unidos, desde hace 109 años.
La copia es un manuscrito elaborado por el sacerdote Francisco Ximénez, quien, entre 1700 y 1715, transcribió los relatos del k’iche’ a símbolos latinos.
Algunos investigadores han propuesto que Ximénez se basó en una versión previa escrita por un hablante k’iche’. Incluso se ha dicho que Francisco devolvió el libro original a las autoridades cívico-religiosas de Chichicastenango.
Durante el último siglo, curadores, bibliotecarios y conservadores de la biblioteca han trabajado para preservar el antiguo documento. Se ha filmado, escaneado y restaurado el papel y la tinta del texto, cita una investigación publicada en Revista D.
¿De qué trata el Popol Wuj?
De acuerdo con el fallecido lingüista, abogado y poeta maya k’iche’ Enrique Sam Colop —quien investigó el Popol Wuj durante gran parte de su carrera—, este libro registra la mitología y la historia del pueblo k’iche’ hasta la conquista española en el siglo XVI.
En Guatemala, el Museo Popol Vuh conserva una copia facsimilar del manuscrito de Ximénez, donada en 2017 por la biblioteca Newberry. El Popol Wuj se divide en tres partes. En la primera se describe la creación del mundo y el origen de los seres humanos; en la segunda se desarrollan las aventuras de los gemelos Junajpu e Xbalamké. La tercera parte trata sobre los pueblos originarios, las guerras y la coexistencia de los k’iche’ hasta la conquista.
Entre los personajes aparecen Sipakna y Kabraqan; este último significa “temblor”, lo cual coincide con sus características de destructor de montañas y volcanes. Ambos son hijos de Wuqub’ Kak’ix.
Sipakna decía ser quien hizo la tierra. Kabraqan afirmaba ser quien sacudía el cielo y conmovía la tierra. El periodista, gestor cultural e investigador Ángel Elías explica que Kabraqan es el ser que mueve las montañas y que, gracias a sus poderes, se le asocia con la tierra y su movimiento telúrico.
«Este ser, al contrario de su hermano Zipacná, quien crea los cerros, él los destruye o los mueve», explica Elías.
El investigador recuerda que en uno de de los parlamentos dentro del Popol Wuj se menciona: “Y yo soy —dijo Kabraqan— el que mueve la tierra; derribaré toda la tierra”. Para Elías, en este pasaje se refleja el «tono de amenaza, por lo que se le atribuye la destrucción a través de los terremotos o temblores», comenta.
Las habilidades de Kabraqan «incluían mover cerros y hacer temblar la tierra con los golpes de sus pies», comenta Elías. “Kabraqan, meneando los montes, apenas los meneaba un poco; daba golpes con los pies en la tierra, y luego se desgajaban los pequeños y grandes montes.”
Elías recuerda que los hermanos y héroes del Popol Wuj, Junajpú e Xbalamké, decidieron vencer a Kabraqan dándole de comer un pájaro que lo debilitó. «Estos héroes entonces lo enterraron, dejando al espíritu de Kabraqan bajo la tierra. La tradición oral cuenta que, cuando Kabraqan se mueve, la tierra tiembla, pues solo fue atado de pies y manos, pero nunca murió; su espíritu habita en los temblores», explica el investigador.

El dibujo que aparece arriba, de Guillermo Grajeda Mena, describe al personaje hincado, con la pierna izquierda flexionada. Viste turbante, lleva aretes que simulan glifos, pulseras en las muñecas y se cubre con un tapado. Tiene la mirada baja, el semblante serio, bigote y barba rala.
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