Olivia Rodrigo no es perfecta, y po1r eso es tan perfecta: el icono de una generación

<p><strong>Olivia Rodrigo</strong> ha hecho de todo y todo lo ha hecho bien (muy bien) en el concierto que ha ofrecido este sábado por la noche en el Mad Cool de Madrid. Desde un arranque de rock malicioso y bravucón con <i>Obsessed</i>, Ballad of a <i>Homeschooled Girl</i> y <i>Vampire</i>, con mirada arrogante, las botas negra soltando patadas al aire y los <i>riffs</i> crujientes de las guitarras de nostalgia <i>grunge</i>, hasta el final de puro pop desmelenado con <i>Good 4 You</i> y <i>Get Him Back!</i>, canciones pícaras que se cantan dando saltitos y que evocan sus inicios como<strong> ídolo juvenil de Disney</strong>. Durante una hora y media, la artista californiana ha pasado con seguridad por registros y estilos muy diferentes y en todos, en cada canción, ha ofrecido algo especial.</p>

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 La cantante estadounidense Olivia Rodrigo ha brillado como la gran estrella de la octava edición del festival madrileño. En esta jornada también han actuado Arde Bogotá, 30 Seconds To Mars, Finneas y Girl In Red, entre otros  

Olivia Rodrigo ha hecho de todo y todo lo ha hecho bien (muy bien) en el concierto que ha ofrecido este sábado por la noche en el Mad Cool de Madrid. Desde un arranque de rock malicioso y bravucón con Obsessed, Ballad of a Homeschooled Girl y Vampire, con mirada arrogante, las botas negra soltando patadas al aire y los riffs crujientes de las guitarras de nostalgia grunge, hasta el final de puro pop desmelenado con Good 4 You y Get Him Back!, canciones pícaras que se cantan dando saltitos y que evocan sus inicios como ídolo juvenil de Disney. Durante una hora y media, la artista californiana ha pasado con seguridad por registros y estilos muy diferentes y en todos, en cada canción, ha ofrecido algo especial.

Con su sobresaliente actuación, Olivia Rodrigo ha brillado como la gran estrella de la octava edición del Mad Cool, que se ha celebrado en Madrid desde el jueves con un público de 50.000 asistentes diarios, según datos de la organización (hoy, aparentemente, un poco más). En las dos jornadas anteriores, el festival tuvo como artistas destacados a dos veteranos grupos, Muse y Nine Inch Nails, aún en plena forma, pero ya bien conocidos por el público de la capital: poco sorprendentes a estas alturas. A sus 22 años, Olivia Rodrigo está en su momento, acaba de alcanzar la plenitud como artista y su futuro despierta emoción y parece lleno de promesas. No solo ha triunfado (sus miles de fans cantando cada verso de cada letra), sino que ha transmitido la sensación de que es un icono generacional que puede marcar una época en el pop de EEUU, en un tiempo en el que abundan los fenómenos efímeros.

La artista llegaba a Madrid al final del largo ciclo de su segundo disco, Guts, que ha consolidado el impacto de su álbum de debut. Guts salió hace casi dos años y ha tenido una gira de año y medio, con más de un centenar de conciertos, un millón y medio de entradas vendidas y casi 200 millones de euros de beneficios, lo que supone que es la gira más lucrativa de un artista nacido en el siglo XXI.

Olivia Rodrigo tiene una voz bonita, bien modulada y muy expresiva. Puede ser sutil y puede ser potente, pero no quiere que penséis que es la típica artista perfecta como Taylor Swift, así que una de sus especialidades es romperse un poco la garganta (sin perder la afinación) y poder potenciar así una de los objetivos de sus canciones: transmitir un torrente emocional con apariencia de honestidad y de cercanía. Sus letras funcionan como confesiones que alientan la empatía y la identificación de sus seguidoras, mayoritariamente chicas, y contienen típicos sueños aspiracionales como la independencia, la vulnerabilidad y la rebeldía. El ejemplo perfecto de todo ello ha sido All-American Bitch y, sobre todo, la sensacional Vampire, que comienza como una balada susurrada, asciende por un crescendo como una taquicardia y estalla en un gran y emocionante final.

Fans de Olivia Rodrigo.
Un grupo de fans de Olivia Rodrigo, durante el concierto.Javier Barbancho

Las melodías de voz han sido la pieza clave de sus canciones, dentro un ‘show’ muy dinámico con varias subidas y bajadas de intensidad. Su talento melódico no solo distingue las piezas de pop más Taylor Swift como Deja vu o So American, sino también baladas intimistas como Traitor y Drivers Licence, y los momentos más agresivos, como Bad Idea Right?, influida por las bandas riot grrrl de los años 90.

El otro gran concierto en esta última jornada de Mad Cool ha sido el de Arde Bogotá. La épica es el concepto que da sentido al grupo de Cartagena, que muestra la ambición de convertir cada canción en un viaje trascendental, en un proceso transformador del que el oyente salga diferente de como entró. Es una apuesta de riesgo porque la mayoría de los grupos de rock que intentan ser un vehículo para los sentimientos heroicos y las sacudidas de adrenalina suelen caer en el ridículo. Desde ahí arriba la hostia es más grande, etcétera. Ese era el peligro al que se enfrentaba Arde Bogotá y por eso su triunfo es aún más, sí, heroico: el año pasado se confirmaron como el gran grupo español de rock épico de su generación, con un fabuloso éxito de público, y este 2025 alargan el idilio con algunos conciertos multitudinarios como el que han ofrecido este sábado.

Arde Bogotá siempre han querido darle una trama conceptual a sus discos y también lo han hecho con sus nuevos conciertos, que están planteados como un viaje redentor desde la oscuridad a la luz, desde el veneno a la salvación, desde abajo hasta el cariño. Aquí están presentes tanto la iconografía de carretera que vertebraba su exitoso segundo álbum, Cowboys de la A3, como los ambientes nocturnos del primero, La noche.

Como sucedió con Vetusta Morla hace una década y, sobre todo, como sucedió con Héroes del Silencio el siglo pasado (grupo del que son herederos naturales), Arde Bogotá han conectado con la gente de una manera profunda e intensa gracias a sus conciertos. En directo suenan duros y dinámicos como necesita su rock, que es riguroso aunque intenta transmitir una sensación de desplazamiento constante (Exoplaneta o La torre Picasso han sido buenos ejemplos). Pero la cualidad diferencial que ha convertido a los murcianos en ídolos es su cantante, Antonio García, cuya voz grave y sensual de barítono literalmente arrebata a sus seguidores. Es fascinación la que despierta con sus contoneos ambiguos, su melena ondulada por el viento nocturno, sus manos trémulas en busca de consuelo y sus miradas penetrantes. El vocalista, ungido con la capa del carisma, canta cada verso de cada letra como una verdad esencial y se lanza en los estribillos como si estuviera en la torre de un castillo en llamas, en concreto las llamas en su garganta.

Muy, muy épico.

En el repertorio del concierto han combinado las canciones de sus dos álbumes con las de su primer EP y han interpretado algunas de las piezas que han ido sacando desde que saliera Cowboys de la A3, hace ya más de dos años. Y se comprende que gusten tanto, porque en España hay un público de rock que demanda justo lo que ellos ofrecen: canciones vehementes con potencia, sin complejos y, bueno, un poco macarras.

La épica es también el norte en la brújula de Thirty Seconds To Mars, con resultados grotescos. Desde el mismo escenario en el que dos días había despegado el cohete de Muse a la estratosfera, el inefable Jared Leto ha luchado por convencernos de que su petardo de rock rimbombante era un prodigio aeroespacial. La vergüenza ajena ha sido tan grande que resultaba imposible apartar la mirada. Es que pensadlo bien: qué canciones, por el amor de dios. Las explosiones de confeti, las columnas de fuego y el comportamiento ‘flipao’ del actor, que saltaba por el escenario como un mesías emo, han servido para hacer al menos entretenido el show (el chou).

Hay algo raro en el caso de Finneas. Al muy famoso hermano de Billie Eilish se le supone un papel de cerebro en la sombra de la megaestrella como arquitecto de su sonido distintivo, pero la música que hace en solitario es un salvapantallas sonoro que ni arrebata ni molesta. El sándwich mixto del pop: así son sus grabaciones y así han sonado esta tarde sus canciones en directo, composiciones ‘feel good’ sin gracia tocadas con guitarras amables y tecladitos con la estética de sonido de los años 70. Solo hay dos conclusiones posibles: o Finneas usa su música en solitario como vía de escape al estrés con canciones relajadas sin ambiciones, o Billie Eilish es un talento aún más descomunal de lo que pensamos. O quizá sea una combinación de ambas cosas.

A media tarde y frente a un sol de injusticia, la valiente Girl In Red no se ha quitado la americana y no ha parado de menearse durante su actuación, la primera que ha ofrecido en Madrid. La noruega ha contagiado su entusiasmo a un numeroso público (el de Olivia Rodrigo), que ha saltado sus canciones de pop guitarrero. La cantante también ha ejercido su estatus de icono LGTBI con varias canciones sobre ser lesbiana, que ha presentado con orgullo. Es una artista muy completa, tiene buenas canciones y las presenta de manera vibrante: solo puede crecer.

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