Trump toma las riendas de la economía estadounidense con impuestos y aranceles
El presidente Trump ha concretado gran parte de su agenda, y el destino de la economía está directamente en sus manos.

Trump promulgó la semana pasada recortes fiscales que, según dijo, generarían un rápido crecimiento económico, aun cuando los expertos fiscales advirtieron que la ley podría poner al país en una nueva y peligrosa senda fiscal. (Foto Prensa Libre: The New York Times).
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Sus costosos recortes fiscales se han convertido en ley. Sus elevados aranceles globales ya toman una forma más clara. Y sus campañas paralelas para desregular el gobierno y deportar a los migrantes están muy avanzadas.
Ahora que los principales componentes de su agenda se vuelven más definidos, el presidente Donald Trump ya ha dejado una huella indeleble en la economía estadounidense. Los triunfos y las turbulencias que pronto puedan surgir le pertenecerán de lleno.
Aún no se han cumplido seis meses desde el inicio de su segundo mandato y Trump ya ha dado pasos importantes para el gran experimento económico, potencialmente disruptivo, que anticipó por primera vez durante la campaña de 2024. Sus acciones de las últimas semanas han apostado el futuro de las finanzas del país —y de sus relaciones comerciales de un siglo de antigüedad— a la creencia de que las advertencias más funestas de muchos economistas son erróneas.
La semana pasada, el presidente promulgó un extenso conjunto de recortes fiscales que considera los ingredientes de un rápido crecimiento económico, aun cuando los expertos fiscales advirtieron que la ley podría perjudicar a los pobres y, al mismo tiempo, situar al gobierno estadounidense en una nueva y arriesgada senda fiscal.
Después, el lunes, Trump empezó a lanzar su última ronda de amenazas arancelarias, al insistir en que “hemos terminado” de negociar mientras los economistas advertían sobre el posible aumento de los precios al consumidor que podría derivarse de gravar las importaciones.
La Casa Blanca también prosiguió con sus planes, agresivos y jurídicamente controvertidos, para eliminar numerosas normativas federales y deportar a millones de migrantes. La represión de la inmigración, en particular, podría perjudicar a muchos sectores, como la agricultura, que dependen en gran medida de la mano de obra extranjera, opinan los expertos.
Hasta ahora, la economía estadounidense se ha mantenido resistente frente a estos cambios radicales, mientras que Trump ha atribuido el menor atisbo de noticias negativas a su predecesor, el expresidente Joe Biden.
“Creo que las partes buenas son la economía de Trump y las partes malas son la economía de Biden, porque ha hecho un trabajo terrible”, dijo Trump en el programa Meet the Press de la NBC en mayo.
Pero el presidente ya ha logrado avanzar amplias franjas de lo que se propuso, lo que lo hace responsable de los altibajos que se vislumbran en el horizonte. Los próximos meses servirán para calibrar si simplemente disfruta de la calma que precede a una tormenta dañina, o si tiene razón al afirmar que su agenda no es tan peligrosa como muchos economistas han temido.
La Casa Blanca no respondió a una solicitud de comentarios.
Por el momento, la economía estadounidense parece fuerte, aunque muestra algunos primeros signos de tensión.
El mes pasado, Estados Unidos añadió 147 mil puestos de trabajo, con lo cual superó las expectativas de los analistas. Sin embargo, las fuentes de ese crecimiento también parecieron reducirse, como lo demuestra la continua caída del empleo en el sector manufacturero y las mediocres contrataciones en los sectores minorista y de servicios profesionales. La tasa de desempleo bajó al 4,1 por ciento, pero aumentó el número de personas que no han tenido trabajo durante más de seis meses.
Aunque la inflación se mantuvo relativamente contenida durante mayo, el gasto de los consumidores, que es el principal motor del crecimiento económico de Estados Unidos, ha empezado a flaquear a medida que los estadounidenses reducen sus compras tras meses de acumulación para adelantarse a los aranceles de Trump.
David Kelly, estratega jefe mundial de JP Morgan Asset Management, aún describe la economía estadounidense como una “tortuga relativamente sana”, resistente y en expansión, lenta pero segura. Proyectó que el producto interno bruto de la nación, una medida de su producción total, crecería alrededor de un 1 por ciento a finales de 2025 en comparación con el año anterior.
Sin embargo, añadió, la economía ha llegado a un “pequeño desvío en el camino”, a medida que algunas de las nuevas políticas de Trump empiezan a surtir efecto.
En el centro de esa agenda se encuentra una nueva y costosa ley de política interior, que Trump promulgó el viernes. El paquete preserva principalmente un conjunto de bajas tasas impositivas que se consiguieron durante el primer mandato del presidente, al tiempo que estipula nuevas, y en algunos casos generosas, reducciones fiscales para las empresas, las personas mayores y determinados trabajadores, como quienes hacen horas extras.
Muchos estadounidenses, sobre todo los ricos, podrían ver reducidas sus facturas fiscales en los próximos años, según constataron anteriormente los analistas del Congreso. Pero los republicanos financiaron ese paquete con profundos recortes a los programas de la red de seguridad federal, que podrían dejar a los estadounidenses más pobres en una situación peor bajo una ley que aún se espera que añada más de 3 billones de dólares a la deuda.
Maya MacGuineas, presidenta del Comité para un Presupuesto Federal Responsable, dijo que el costo de la ley elevaría una medida clave del desequilibrio fiscal del país —la relación entre la deuda y la producción total— a un nivel que no se ha visto desde después de la Segunda Guerra Mundial. Esto lastraría la inversión privada y aumentaría los costos de los préstamos, no solo para el gobierno, sino también para el ciudadano promedio.
Trump y sus principales colaboradores han rechazado esas predicciones. El mes pasado, estimaron que la medida fiscal —y el resto de la agenda del presidente— generaría suficientes ingresos y actividad económica como para reducir el déficit en unos 11 billones de dólares. Incluso los economistas conservadores han dicho que algunas de las predicciones del gobierno son demasiado optimistas.
“El crecimiento que se acaba de atribuir a la rebaja fiscal es excesivo, incluso comparado con lo que dirían los conservadores como yo”, dijo Glenn Hubbard, quien presidió el Consejo de Asesores Económicos durante la presidencia de George W. Bush. “Está muy, muy, muy fuera de lugar”.
Se espera que parte de esos ingresos procedan de los aranceles de Trump, los cuales ha ampliado esta semana. El lunes, el presidente amenazó con imponer aranceles de hasta el 40 por ciento a un grupo inicial de 14 países, a menos que estos lleguen a acuerdos comerciales favorables con Estados Unidos.
El martes, Trump prometió revelar nuevos aranceles sobre medicamentos importados, chips informáticos y cobre, al tiempo que prometía que “el gran dinero empezará a llegar el 1 de agosto”. Los principales asesores del presidente han dicho que esperan recaudar más de 300.000 millones de dólares con los aranceles para finales de año, y se espera que Trump informe a un “mínimo” de siete países más sobre los gravámenes más altos a los que se enfrentarán el mes que viene.
Las maniobras comerciales de Trump se remontan a abril, cuando anunció y posteriormente suspendió una amplia serie de aranceles desorbitados con la esperanza de alcanzar acuerdos comerciales a escala mundial. La mayoría de los economistas advirtieron durante esa pausa de 90 días que sus aranceles, de llevarse a cabo, infligirían graves daños económicos, una serie de alarmas que se reactivaron esta semana cuando el presidente reafirmó su enfoque.
“Es inevitable que sea lo que sea lo que esté en vigor al final, se impondrá; solo es cuestión de cuándo”, dijo Douglas Holtz-Eakin, presidente del centro de estudios American Action Forum.
El lunes, el Laboratorio Presupuestario de Yale, un centro de investigación no partidista, calculó que los impuestos del presidente —incluidos los que se impondrán el mes que viene— harían que los hogares perdieran 2300 dólares en promedio de sus ingresos este año.
Pero la Casa Blanca ha rechazado durante mucho tiempo proyecciones similares y ha elaborado sus propias estimaciones. El martes descubrió que el precio de los bienes importados había caído más rápidamente que los precios de los bienes en general desde febrero. Los principales asesores de Trump dijeron que esto demostraba que los aranceles del presidente no provocaban “una aceleración de la inflación”, aunque los economistas posteriormente cuestionaron algunos elementos del informe.

“No existe un patrón sostenido de presión sobre los precios impulsada por los aranceles en ninguna parte”, dijo Stephen Miran, presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, en la CNBC.
La gran incertidumbre, sobre todo en torno a los aranceles, ha congelado a la Reserva Federal, que durante meses ha dejado intactos los costos de endeudamiento mientras espera a ver los efectos más completos de las políticas de Trump. Esto ha proporcionado al presidente un conveniente “chivo expiatorio”, Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, a quien Trump ha tachado de “Señor Demasiado Tarde” por no reducir los costos de endeudamiento como él ha exigido.
“Si acabas con cosas como los aranceles que hacen subir la inflación y hacen bajar el crecimiento a corto plazo, entonces casi puede convenirte como presidente culpar de los malos datos económicos a un presidente de la Reserva Federal ‘incompetente’”, dijo Mark Dowding, director de inversiones de renta fija de RBC BlueBay Asset Management.
El presidente Trump ha concretado gran parte de su agenda, y el destino de la economía está directamente en sus manos.
Trump toma las riendas de la economía estadounidense con impuestos y aranceles
El presidente Trump ha concretado gran parte de su agenda, y el destino de la economía está directamente en sus manos.

Trump promulgó la semana pasada recortes fiscales que, según dijo, generarían un rápido crecimiento económico, aun cuando los expertos fiscales advirtieron que la ley podría poner al país en una nueva y peligrosa senda fiscal. (Foto Prensa Libre: The New York Times).
Sus costosos recortes fiscales se han convertido en ley. Sus elevados aranceles globales ya toman una forma más clara. Y sus campañas paralelas para desregular el gobierno y deportar a los migrantes están muy avanzadas.
Ahora que los principales componentes de su agenda se vuelven más definidos, el presidente Donald Trump ya ha dejado una huella indeleble en la economía estadounidense. Los triunfos y las turbulencias que pronto puedan surgir le pertenecerán de lleno.
Aún no se han cumplido seis meses desde el inicio de su segundo mandato y Trump ya ha dado pasos importantes para el gran experimento económico, potencialmente disruptivo, que anticipó por primera vez durante la campaña de 2024. Sus acciones de las últimas semanas han apostado el futuro de las finanzas del país —y de sus relaciones comerciales de un siglo de antigüedad— a la creencia de que las advertencias más funestas de muchos economistas son erróneas.
La semana pasada, el presidente promulgó un extenso conjunto de recortes fiscales que considera los ingredientes de un rápido crecimiento económico, aun cuando los expertos fiscales advirtieron que la ley podría perjudicar a los pobres y, al mismo tiempo, situar al gobierno estadounidense en una nueva y arriesgada senda fiscal.
Después, el lunes, Trump empezó a lanzar su última ronda de amenazas arancelarias, al insistir en que “hemos terminado” de negociar mientras los economistas advertían sobre el posible aumento de los precios al consumidor que podría derivarse de gravar las importaciones.
La Casa Blanca también prosiguió con sus planes, agresivos y jurídicamente controvertidos, para eliminar numerosas normativas federales y deportar a millones de migrantes. La represión de la inmigración, en particular, podría perjudicar a muchos sectores, como la agricultura, que dependen en gran medida de la mano de obra extranjera, opinan los expertos.
Hasta ahora, la economía estadounidense se ha mantenido resistente frente a estos cambios radicales, mientras que Trump ha atribuido el menor atisbo de noticias negativas a su predecesor, el expresidente Joe Biden.
“Creo que las partes buenas son la economía de Trump y las partes malas son la economía de Biden, porque ha hecho un trabajo terrible”, dijo Trump en el programa Meet the Press de la NBC en mayo.
Pero el presidente ya ha logrado avanzar amplias franjas de lo que se propuso, lo que lo hace responsable de los altibajos que se vislumbran en el horizonte. Los próximos meses servirán para calibrar si simplemente disfruta de la calma que precede a una tormenta dañina, o si tiene razón al afirmar que su agenda no es tan peligrosa como muchos economistas han temido.
La Casa Blanca no respondió a una solicitud de comentarios.
Por el momento, la economía estadounidense parece fuerte, aunque muestra algunos primeros signos de tensión.
El mes pasado, Estados Unidos añadió 147 mil puestos de trabajo, con lo cual superó las expectativas de los analistas. Sin embargo, las fuentes de ese crecimiento también parecieron reducirse, como lo demuestra la continua caída del empleo en el sector manufacturero y las mediocres contrataciones en los sectores minorista y de servicios profesionales. La tasa de desempleo bajó al 4,1 por ciento, pero aumentó el número de personas que no han tenido trabajo durante más de seis meses.
Aunque la inflación se mantuvo relativamente contenida durante mayo, el gasto de los consumidores, que es el principal motor del crecimiento económico de Estados Unidos, ha empezado a flaquear a medida que los estadounidenses reducen sus compras tras meses de acumulación para adelantarse a los aranceles de Trump.
David Kelly, estratega jefe mundial de JP Morgan Asset Management, aún describe la economía estadounidense como una “tortuga relativamente sana”, resistente y en expansión, lenta pero segura. Proyectó que el producto interno bruto de la nación, una medida de su producción total, crecería alrededor de un 1 por ciento a finales de 2025 en comparación con el año anterior.
Sin embargo, añadió, la economía ha llegado a un “pequeño desvío en el camino”, a medida que algunas de las nuevas políticas de Trump empiezan a surtir efecto.
En el centro de esa agenda se encuentra una nueva y costosa ley de política interior, que Trump promulgó el viernes. El paquete preserva principalmente un conjunto de bajas tasas impositivas que se consiguieron durante el primer mandato del presidente, al tiempo que estipula nuevas, y en algunos casos generosas, reducciones fiscales para las empresas, las personas mayores y determinados trabajadores, como quienes hacen horas extras.
Muchos estadounidenses, sobre todo los ricos, podrían ver reducidas sus facturas fiscales en los próximos años, según constataron anteriormente los analistas del Congreso. Pero los republicanos financiaron ese paquete con profundos recortes a los programas de la red de seguridad federal, que podrían dejar a los estadounidenses más pobres en una situación peor bajo una ley que aún se espera que añada más de 3 billones de dólares a la deuda.
Maya MacGuineas, presidenta del Comité para un Presupuesto Federal Responsable, dijo que el costo de la ley elevaría una medida clave del desequilibrio fiscal del país —la relación entre la deuda y la producción total— a un nivel que no se ha visto desde después de la Segunda Guerra Mundial. Esto lastraría la inversión privada y aumentaría los costos de los préstamos, no solo para el gobierno, sino también para el ciudadano promedio.
Trump y sus principales colaboradores han rechazado esas predicciones. El mes pasado, estimaron que la medida fiscal —y el resto de la agenda del presidente— generaría suficientes ingresos y actividad económica como para reducir el déficit en unos 11 billones de dólares. Incluso los economistas conservadores han dicho que algunas de las predicciones del gobierno son demasiado optimistas.
“El crecimiento que se acaba de atribuir a la rebaja fiscal es excesivo, incluso comparado con lo que dirían los conservadores como yo”, dijo Glenn Hubbard, quien presidió el Consejo de Asesores Económicos durante la presidencia de George W. Bush. “Está muy, muy, muy fuera de lugar”.
Se espera que parte de esos ingresos procedan de los aranceles de Trump, los cuales ha ampliado esta semana. El lunes, el presidente amenazó con imponer aranceles de hasta el 40 por ciento a un grupo inicial de 14 países, a menos que estos lleguen a acuerdos comerciales favorables con Estados Unidos.
El martes, Trump prometió revelar nuevos aranceles sobre medicamentos importados, chips informáticos y cobre, al tiempo que prometía que “el gran dinero empezará a llegar el 1 de agosto”. Los principales asesores del presidente han dicho que esperan recaudar más de 300.000 millones de dólares con los aranceles para finales de año, y se espera que Trump informe a un “mínimo” de siete países más sobre los gravámenes más altos a los que se enfrentarán el mes que viene.
Las maniobras comerciales de Trump se remontan a abril, cuando anunció y posteriormente suspendió una amplia serie de aranceles desorbitados con la esperanza de alcanzar acuerdos comerciales a escala mundial. La mayoría de los economistas advirtieron durante esa pausa de 90 días que sus aranceles, de llevarse a cabo, infligirían graves daños económicos, una serie de alarmas que se reactivaron esta semana cuando el presidente reafirmó su enfoque.
“Es inevitable que sea lo que sea lo que esté en vigor al final, se impondrá; solo es cuestión de cuándo”, dijo Douglas Holtz-Eakin, presidente del centro de estudios American Action Forum.
El lunes, el Laboratorio Presupuestario de Yale, un centro de investigación no partidista, calculó que los impuestos del presidente —incluidos los que se impondrán el mes que viene— harían que los hogares perdieran 2300 dólares en promedio de sus ingresos este año.
Pero la Casa Blanca ha rechazado durante mucho tiempo proyecciones similares y ha elaborado sus propias estimaciones. El martes descubrió que el precio de los bienes importados había caído más rápidamente que los precios de los bienes en general desde febrero. Los principales asesores de Trump dijeron que esto demostraba que los aranceles del presidente no provocaban “una aceleración de la inflación”, aunque los economistas posteriormente cuestionaron algunos elementos del informe.

“No existe un patrón sostenido de presión sobre los precios impulsada por los aranceles en ninguna parte”, dijo Stephen Miran, presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, en la CNBC.
La gran incertidumbre, sobre todo en torno a los aranceles, ha congelado a la Reserva Federal, que durante meses ha dejado intactos los costos de endeudamiento mientras espera a ver los efectos más completos de las políticas de Trump. Esto ha proporcionado al presidente un conveniente “chivo expiatorio”, Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, a quien Trump ha tachado de “Señor Demasiado Tarde” por no reducir los costos de endeudamiento como él ha exigido.
“Si acabas con cosas como los aranceles que hacen subir la inflación y hacen bajar el crecimiento a corto plazo, entonces casi puede convenirte como presidente culpar de los malos datos económicos a un presidente de la Reserva Federal ‘incompetente’”, dijo Mark Dowding, director de inversiones de renta fija de RBC BlueBay Asset Management.
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